lunes, 20 de junio de 2016

LOPECITO

El poder no corrompe.
Lo que corrompe es el miedo…
quizás el miedo a perder el poder.
Séneca

El poder no corrompe a los hombres.
Pero los imbéciles,
si llegan a una posición de poder,
corrompen al poder.
George Bernard Shaw


"López" no es un apellido infrecuente. Todo lo contrario, es un noble apellido de herencia hispánica cuyo lustre adorna a muchos grandes próceres de la Historia Argentina. Desde Vicente López y Planes que supiera escribir la letra del Himno Nacional, pasando por el caudillo federal santafesino Estanislao López hasta llegar a ese otro Lopecito que se tuvo que convencer de que, para darle brillo a su apodo de "El Brujo" y escribir un libro sobre "Astrología Esotérica" [1], tenía que aprender el alfabeto. La tragedia de este López fue que, cuando llegó a aprender la "A", se entusiasmó tanto que desde ese momento la escribió tres veces seguidas cada vez que la necesitaba.

Pues ahora, desde la madrugada del 14 de junio, a la lista de los López famosos se ha agregado otro más: José López, ex-secretario nacional de Obras Públicas  y segundo del ex-ministro de la misma cartera, Julio De Vido. El increíble sainete de su detención es el comentario obligado de todo el mundo en la Argentina actual de modo que no pretendo traer aquí ninguna noticia que mis amigos argentinos no conozcan ya. Sin embargo, como sé que este blog es bastante leído también fuera de la Argentina (y, si no es así, la mentira es de las estadísticas de Google y no una petulancia mía) de alguna manera me siento obligado a comentar el hecho lo más objetivamente posible, no sea que el periodismo de otros lares distorsione las cosas y ponga en riesgo el buen nombre y honor de este hermoso país, único en el mundo por toda una serie de cosas. Porque corrupción hay en todas partes. Ahora corrupción, pero lo que se dice corrupción en serio y al mismo tiempo tan ridícula como la que se da en la Argentina… Sáquenselo de la cabeza; de ésa no hay en ningún otro lado.

Y vamos a los hechos.

Algo antes de la una de la mañana del 14 de junio de 2016 suena el teléfono en la casa de José López. Un amigo de ésos que siempre le quedan a un ex-secretario ministerial le avisa a Lopecito que, en el marco del montón de allanamientos que se están llevando a cabo últimamente por el caso de Lázaro Baez y otros, ahora le va a tocar a él. De modo que le aconseja sacar todo material comprometedor que tenga en su poder y sumergirlo en algún lugar seguro hasta que las cosas se calmen.

Para cuando Lopecito corta la comunicación una sospechosa mancha marrón afea su pantalón en la parte de atrás. Lopecito está desesperado. Muy desesperado. ¡Otra que "material comprometedor"! Él tiene, entre una cosa y otra, algo así como nueve millones de "materiales comprometedores". Si la justicia le llega a encontrar eso, solo le va a quedar la posibilidad de cantarle el tango "A la luz del Candil" [2] al sargento de policía interviniente.

La cuestión es que Lopecito carga a toda velocidad un par de bolsos con cosas comprometedoras, las mete en su auto y sale rajando, fierro a fondo, hacia la Capital, hacia su casa en La Recoleta. Carga allí el resto del "material comprometedor" y sale como alma que lleva el diablo hacia la localidad de General Rodríguez. Llega allí a eso de las tres de la mañana y se estaciona frente a un monasterio que conoce muy bien de antes, de cuando se reunían allí con De Vido, Scioli y varios otros personajes.

No obstante Lopecito se encuentra con un problema. Toca timbre pero, claro, nadie le contesta. Las monjitas Misioneras Orantes y Penitentes de Nuestra Señora del Rosario de Fátima son muy viejitas – la madre superiora tiene 94 años – y atender fieles histéricos a las tres de la madrugada no está precisamente en su rutina cotidiana. Lopecito, que ya venía aterrorizado, entra en pánico. Tiene el auto cargado con bolsones de "material comprometedor" estacionado en la calle. Tiene que deshacerse de eso, y rápido. Como la pavura no lo deja pensar ni siquiera con el corto alcance de sus más bien escasas neuronas, hace lo primero que le dicta el julepe: toma las bolsas del auto y las revolea por sobre la cerca hacia el interior del monasterio.

Pero esa madrugada la mala suerte se empeña en perseguir a nuestro Lopecito. Enfrente del monasterio vive Jesús Ojeda que a esa hora está despierto. ¿Insomnio? ¿Acaba de cargar su camioneta con los pollos que vende? ¿A las tres de la mañana? ¡Quién sabe! Sea como fuere, la cuestión es que Jesús lo que ve es a un tipo con el auto estacionado delante del monasterio que revolea bolsos hacia el interior del predio de las monjitas.  Peor todavía, después del revoleo de bolsos el tipo mismo salta la cerca y se mete dentro del monasterio. ¿Qué hace Jesús? Pues llama al 911.

Y se produce el primer milagro. Normalmente la policía bonaerense tarda entre 10 minutos y media hora en responder a un 911. Pero esa vez no. Parece ser que, cuando es Jesús el que llama, hasta la bonaerense se pone las pilas. El primer patrullero llega a los tres minutos. El segundo apenas un poco más tarde. En muy poco tiempo el lugar está saturado de policías. También los policías tocan timbre. Y ustedes no lo van a creer pero la crónica dice que el que les abre es… ¡José López en persona!

Rodeado de policías, a Lopecito le saltan todos los fusibles. Si antes estaba con pánico viniendo de estar desesperado, ahora el pánico lo lleva al borde de la demencia. A las monjitas que con tanto batifondo ya se han despertado les grita: "Me van a robar. Porque yo robé dinero para venir a ayudar acá" [3] Después, viendo que ese truco no impresiona a nadie, le ofrece dinero a los mismos policías que supuestamente querían robarle su "donación".

El "material comprometedor" de Lopecito

Y ahí es que se produce el segundo milagro: Lopecito se ha topado con los únicos miembros de la bonaerense que no aceptan coimas. Ni siquiera contribuciones a la cooperadora policial. Nada. Impertérrita, la bonaerense se pone a revisar el "material comprometedor". Y se encuentra con 8.982.047 dólares más 153.610 euros, más 49.800 pesos, 425 yuanes, 2 riyales de Qatar, seis relojes de lujo, una carabina .22 Sig Saguer y teléfonos. ¿Qué tal?  [4]

José López, ex-secretario de Estado de la Nación Argentina, va preso. Más tarde le pondrán un casco y un chaleco antibalas con lo que parecerá un ratón no solo asustado sino, encima, ridículo. Lo representará una abogada famosa por poseer los gluteus maximus mejor formados y más publicitados de todo los Colegios Públicos de Abogados de veinte provincias a la redonda. José López se negará a declarar y se golpeará la cabeza contra la pared, no se sabe si arrepentido de todas las macanas que se mandó o presa de un síndrome de abstinencia de padre y señor mío por no haber recibido la dosis de cocaína que consume normalmente y que pidió pero no le dieron.

A esta altura de los acontecimientos, todo el sainete ya ha adquirido ribetes bíblicos. Incluye los dos milagros arriba detallados, un hombre llamado José cuya mujer se llama María [5] y un Jesús que tiene comunicación telefónica casi directa con la Autoridad. Por otro lado hay un Lázaro encerrado en una celda bastante parecida a una cripta y no me lo pregunten, pero por mi parte estoy convencido de que el que llamó a Lopecito por teléfono avisándole que lo iban a allanar fue un Judas.

Lopecito con casco y chaleco antibalas

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¿Es para reír? ¿Es para llorar? La verdad, no lo sé. Tomarlo medio en solfa es lo primero que me sale, pero soy consciente de que no se trata de una comedia. En el mejor de los casos podríamos hablar de tragicomedia, y hasta eso sería probablemente demasiado generoso.

¿Por qué un hecho tan grotescamente disparatado como éste ha sido posible en la Argentina? No seamos hipócritas y mirémonos al espejo. Cuando un policía nos para en la ruta o en la calle ¿qué manoteamos primero? ¿La billetera o el registro de conductor? ¿O primero el registro de conductor y después la billetera para "ver cómo arreglamos esto"? Tenga, o no, razón el policía. Porque estamos apurados y no queremos perder tiempo; hayamos, o no, cometido una infracción.  Porque todos sabemos que el policía no está allí para hacer respetar las reglas de tránsito sino para ver si puede arañar algunos pesos de los conductores que controla. Esto será apenas un pequeño ejemplo, casi una nimiedad, comparado con la corrupción a lo grande practicada desde el Estado como herramienta de recaudación política. Pero sirve como ejemplo y alegoría. Porque mientras por ambas partes, tanto policías como civiles no nos saquemos de encima este comportamiento, poca esperanza hay de que algo realmente cambiará en materia de moral pública en la República Argentina.

Y tiene razón la ex-presidente Cristina cuando lanza su tiro por elevación diciendo que ella no le dio el dinero a José López. Es absolutamente cierto. Como que fue al revés: fue José López el que le dio el grueso del dinero a ella. Los cerca de 9 millones de dólares que volaron por sobre la cerca del monasterio de General Rodríguez son apenas el vuelto que le quedó a Lopecito después de contribuir a "la caja" con una suma muchísimo mayor.

Porque la corrupción requiere de uno que exige y otro que transige.

¿Se acuerdan de lo que les comentaba hacia Noviembre del año pasado en cuanto a que, ganara quien ganase las elecciones, difícilmente cambiaría algo realmente fundamental en este hermoso país?
Pues, visto en profundidad creo que la moral pública no ha cambiado demasiado a pesar de todas las declaraciones en contrario. Antes estuvieron los que exigían las coimas; ahora están los que transigieron y las pagaron.

Hay diferencia. Pero no es mucha.

Y no habrá mucha diferencia mientras haga falta que Jesús llame al 911 para que una rata arrastrada como Lopecito termine en cana.

Porque Jesús llamó a la policía y a Lopecito lo metieron preso; pero ¿quién va a llamar a los jueces para que no solo Lopecito quede preso sino que vayan a hacerle compañía los que durante prácticamente un cuarto de siglo lo ahijaron y lo protegieron?

Necesitamos un tercer milagro.

Jesús se ocupó de los policías.

Ahora recemos para que Alguien de más arriba se ocupe los jueces.

NOTAS
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1)- José Lopez Rega, "Astrología Esotérica (Secretos Develados)", Ed. Rosa de Libres, Buenos Aires, 1962.
2)- Arrésteme, sargento, y póngame cadenas
Si soy un delincuente, que me perdone Dios.

"A la luz del candil" , Letra: Julio Plácido Navarrine - Música: Carlos V.G. Flores
3)- Cf. http://www.lanacion.com.ar/1908864-la-detencion-de-lopez-supera-la-ficcion-siete-datos-cinematograficos-sobre-un-escandalo-millonario
4)- http://www.lanacion.com.ar/1909141-paso-a-paso-detencion-jose-lopez
5)- María Amalia Díaz. Hace más de 25 años que está casada con José López. http://www.perfil.com/politica/La-mujer-de-Lopez-una-socia-que-se-llamo-a-silencio-20160617-0076.html



miércoles, 1 de junio de 2016

BONAFINI y BERGOGLIO

"La basura va junta,
Macri, Bendini y Bergoglio.
Son de la misma raza.
Son fascismo,
son la vuelta de la dictadura.
Son la dictadura misma.
Los tres representan la dictadura".

"Son los enemigos del pueblo que necesitan
de los pobres para seguir existiendo.
Son basura, pura basura".
Hebe de Bonafini [*]

Últimamente, el destino turístico preferido del cholulaje argentino es, sin duda alguna, Roma. Sin embargo, no se trata de ir a ver los grandes tesoros históricos que alberga la Ciudad Eterna y las marcas que han dejado siglos y más siglos de historia. No; el objetivo no es Roma en sí y como tal. El objetivo es un lugar bien específico y puntual: el Vaticano. Y dentro del Vaticano la meta del turista argentino insigne es no menos específica y puntual: consiste en sacarse una foto con el Papa.


Esa foto es uno de los trofeos más preciados últimamente. Con suerte, sirve para lograr un impacto periodístico al día siguiente porque el periodismo no es menos cholulo que el fotografiado y está al acecho de cualquier foto lograda con un argentino puesto que cada foto de ésas sirve para reafirmar y subrayar que el Papa es argentino y no por haber ido a parar al Vaticano deja de preocuparse (y dado el caso ocuparse) de los problemas argentinos. Sin la suerte del impacto inmediato, la foto servirá de todos modos como ilustración para cuando el visitante fotografiado escriba sus Memorias y llegue al capítulo dedicado a su trascendente relación con la Iglesia Católica. Y, si no es así – porque el sujeto es demasiado perezoso para escribir Memorias o las mismas son de tal calibre que es mejor olvidarlas y rápido, no sea que despierten la curiosidad de algún juez – en el peor de los casos la foto puede servir para cuando, sentado frente a la computadora con el nieto sobre las rodillas, el susodicho fotografiado pueda decirle al pequeño vástago:

– ¿Ves? ¡Aquí estoy yo con el Papa!

Y todo eso solamente para ver como se cae a pedazos la gloria de su trofeo ante la cruel sinceridad del pequeño enanito quien en su ignorancia infantil no tiene ni la más remota idea de quién se trata y pregunta:

– ¿Y qué es el Papa, abuelo?

Lo que obligará a una larga explicación que, por la fuerza y la inevitable naturaleza de las cosas, implicará una dramatizada exégesis de la importancia terrenal de Su Santidad ya que, si éste no fuese un personaje tremendamente importante (¡y encima argentino!) ¿qué valor podría tener una fotografía con él, no es cierto? Por lo cual una foto con el Papa tiene una utilidad doble. El fotografiado puede presumir y farolear con ella dándose aires de importancia mientras que el Papa se asegura una descripción altamente positiva, ya sea en los medios del día siguiente o bien, en el peor de los casos, ante los amigos y parientes del propio fotografiado.

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El pasado 27 de Mayo el Papa Francisco recibió durante más de una hora a Hebe de Bonafini.

Ninguno de los dos concurrió a la cita por los motivos cholulos arriba brevemente descriptos. Los dos sabían perfectamente bien lo que hacían. La Bonafini es demasiado retorcidamente inteligente como para bancarse un viaje a Roma tan solo para sacarse una foto. Y Bergoglio es demasiado jesuita como para negársela sabiendo, como que sabía muy bien, que a Bonafini no le interesaba la foto sino la entrevista y lo que podía sacar de ella. La gran pregunta es: ¿por qué Bergoglio le concedió esa entrevista?

Según el propio Bergoglio: “Parece que la piedra del escándalo es que yo reciba a la señora Bonafini. Sé bien quién es, pero mi obligación de pastor es la de comprender con mansedumbre”. [1] Lo cual es técnicamente cierto pero yo lo creería y comprendería si se tratase de una explicación proveniente del cura párroco de mi barrio. Viniendo del Papa necesariamente uno infiere que tiene que haber algo más.

Porque, si la señora ha pecado, para el perdón de esos pecados – incluso si son pecados mortales – el sincero arrepentimiento y la confesión ante cualquier auténtico sacerdote alcanzan y sobran. No hace falta ir al Vaticano para eso. La señora va, se confiesa, cumple con la penitencia que el sacerdote le impone, y después hasta puede ir a comulgar. Y todo eso acá nomás, en la iglesia a la vuelta de la esquina. Dios no atiende solamente en Roma y el Papa no es el único sacerdote que le puede otorgar el perdón por sus pecados (siempre y cuando sea cierto que se ha arrepentido realmente de haberlos cometido, claro).

De modo que, de nuevo: ¿por qué Bergoglio concedió esa entrevista?

Llegados a este punto, que se parece bastante a un punto muerto, se me ocurre que podríamos dar vuelta la cuestión y preguntarnos: ¿por qué fue Bonafini a verlo a Bergoglio? Porque en esto, como en la casi totalidad de las cuestiones políticas, hacen falta dos para bailar el tango. Y es bastante obvio que se trata de una cuestión política y no de misericordias y mansedumbres – que pueden no estar excluidas pero que de cualquier manera no constituyen el meollo de la cuestión.



Por de pronto es bastante obvio que, con el ocaso del kirchnerismo, Hebe se ha quedado sin la cobertura estatal que la protegía de cualquier pregunta incómoda y de cualquier medida desagradable. Atrincherada detrás del escudo de la lucha por los derechos humanos Hebe pudo siempre decir impunemente lo que se le dio la gana y hacer casi todo lo que se le dio la gana. Y lo pudo hacer porque ese escudo estuvo sostenido por una parte sustancial del periodismo y la casi totalidad de la militancia de izquierda, la izquierda peronista incluida. Además de eso, durante los últimos doce años a ese escudo contribuyó a sostenerlo todo el aparato estatal de Néstor y de Cristina. Con el apoyo del gobierno, los medios y la militancia, Hebe fue intocable.

Lamentablemente para ella las cosas han cambiado bastante. El apoyo estatal es algo con lo cual ya no puede contar; al menos lejos no en la medida en que estuvo acostumbrada a recibirlo. Cierto apoyo mediático gramsciano aun le queda pero ya no es lo que era antes; la intensidad y la amplitud del mismo han mermado prácticamente en la misma medida en que mermó el poder real del kirchnerismo. Y la militancia de izquierda con la que Hebe podría contar está más que nada ocupada en hacer piquetes, tocar el bombo, putearlo a Macri y tratar de fomentar la lucha de clases. De modo que hay nubes bastante negras en el horizonte de Bonafini y sus Madres, aunque más no sea porque cualquier día de éstos, – así como en cierto momento a alguien se le ocurrió destapar las ollas de Ricardo Jaime, de Lázaro Baez y de algunos cuantos más – no es para nada imposible que alguien se acuerde y reflote el caso de Schoklender y los Sueños Compartidos. Y, si eso sucede, tanto Bonafini como Schoklender estarán en el horno. Un horno del cual quizás los pueda sacar Caritas o alguna otra institución – sea, o no, católica – ante la cual quizás pueda interceder Bergoglio con el argumento de la caridad, la humanidad y la solidaridad fraterna.

De modo que el interés de Bonafini es bastante transparente. Como diría el viejo Vizcacha: "... siempre es güeno tener, palenque ande ir a rascarse". Lo que sucede es que el consejo de Vizcacha se refiere al juez [2 ] y para Bonafini – a quien no le conviene llamar demasiado la atención de ningún juez – a falta de jueces buenos son Papas. En realidad creo que cualquier colectivo la dejaría bien con tal de recuperar al menos algo de la protección que ha perdido. Porque la necesita. Realmente la necesita.

Del lado de Bergoglio la cosa es más compleja pero, habiendo calibrado las verdaderas necesidades de Bonafini y sus correlativas intenciones, el cálculo del Vaticano puede muy bien haber partido de la necesidad de ponerle límites al neoliberalismo que se perfila alrededor de la figura de Mauricio Macri. Dados sus antecedentes políticos en el peronismo y su experiencia personal en la Argentina, lo que Bergoglio se resiste a aceptar es que se repitan los escenarios del gobierno de Carlos Saúl Menem y Domingo Cavallo que al final, después de unas cuantas idas y vueltas, terminaron en la hecatombe económica del 2001. Pero para ponerle límites a Macri, Bergoglio necesita al peronismo y a la izquierda, con lo que destratar a la Bonafini no vendría a ser precisamente la estrategia más recomendable para convocar a los posibles aliados de ese espectro.

Desde el punto de vista humano es comprensible. Nadie en su sano juicio desearía repetir la experiencia que el país tuvo con el Mingo Cavallo. La teoría del "derrame" y de "la mano invisible del mercado" ya no convence a nadie desde el momento en que está demostrada su falacia.

Pero, por más comprensible que sea la preocupación humana de Jorge Bergoglio por su país, uno no puede dejar de tener presente que Jorge Bergoglio es más que Jorge Bergoglio. Es el Papa Francisco. Es el sucesor de San Pedro y el Vicario de Cristo en la tierra. Por eso, cuando declaró que: "Si Hebe de Bonafini me usa o no me usa, no es mi problema" [3] uno quedó tentado de responderle: "No Santo Padre, no es su problema. Pero si Usted usa a Hebe de Bonafini, entonces es su problema. Como que en mi humilde opinión también es su problema si Usted se deja usar por Hebe de Bonafini".

A todo esto la cruda realidad demuestra que el cristianismo está amenazado a nivel mundial y en algunas zonas hasta está siendo masacrado. No se salvará abrazando a sus enemigos. [4] En Occidente se salvará solamente con una actitud firme ante la invasión de quienes no se asimilarán porque no tienen la más mínima intención de asimilarse. Por otra parte, el abrazo de un par de dirigentes no significa – ni por lejos – un abrazo similar de parte de los dirigidos. Que el Papa se abrace con su par de amigos judíos y musulmanes no significa, para nada, que judíos, musulmanes y cristianos del mundo entero se fusionarán en un gran abrazo fraternal.

Es cierto que Cristo no fue el Mesías de los ricos. Es cierto que se rodeó de simples pescadores a los que les enseñó a ser pescadores de hombres. Es cierto que vivió entre personas muy humildes, entre pecadores, enfermos y marginados. Es cierto que nos enseñó la misericordia, a desterrar el odio de nuestros corazones y a darle una mano al necesitado. Todo eso es muy cierto.

Pero ¿sabe una cosa Su Santidad?

Todavía estamos esperando a que, más allá de las corruptelas internas de la Iglesia, alguien en el Vaticano tome por fin el látigo y eche a los mercaderes del odio, el resentimiento, la envidia, el fanatismo y la muerte del templo de la convivencia mundial.


NOTAS
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[*] - http://www.infobae.com/2016/05/10/1810390-8-frases-hebe-bonafini-francisco-y-la-iglesia-catolica
1)- http://www.clarin.com/politica/Francisco-Hebe-Bonafini-usa-problema_0_1583841806.html
2)- Hacéte amigo del juez.
No le dés de qué quejarse;
Y cuando quiera enojarse
Vos te debés encojer,
Pues siempre es güeno tener
Palenque ande ir a rascarse.
(José Hernandez - La vuelta de Martín Fierro).
3)- http://www.clarin.com/politica/Francisco-Hebe-Bonafini-usa-problema_0_1583841806.html
4)- http://www.infobae.com/2016/05/23/1813537-el-papa-francisco-se-reunio-el-iman-ahmed-al-tayeb