domingo, 26 de julio de 2015

ELECCIONES ARGENTINA 2015

Los EE.UU. fanfarronean con su sistema político
pero su presidente dice una cosa durante las elecciones,
otra cosa cuando asume el cargo,
otra diferente en la mitad de su mandato
y otra distinta cuando se va.
Deng Xiaoping


Argentina ya está empezando a padecer la fiebre electoral que culminará con las elecciones presidenciales del 25 de Octubre y una eventual segunda vuelta el 22 de Noviembre. [1]

En ésta, como en pasadas elecciones, la dificultad no reside solo en qué candidato elegir sino, además, en establecer qué es lo que diferencia a los candidatos que compiten. Mal que bien las personas ya tienen – aunque más no sea aproximadamente – sus preferencias. Pero cuando en confianza uno les pregunta por el candidato de esa preferencia y, una vez identificada la persona, les sigue preguntando: »¿Y por qué vas a votar a esa persona?« la respuesta puede resultar de lo más asombrosa. Porque va desde el banal «Porque me gusta»; puede pasar por la mera suposición del »Porque me parece el más honrado«; y llega hasta el insustancial pero quizás más sincero: «No sé».

Es que elegir a uno entre varios casi absolutamente iguales no es fácil. La pregunta de fondo sería pues: ¿por qué son tan iguales los principales candidatos? O quizás podría ser: ¿por qué les cuesta tanto diferenciarse en lo realmente importante? Con lo que la pregunta también podría formularse diciendo: ¿Por qué, si son diferentes, insisten en aparecer como iguales, tratando de diferenciarse tan solo magnificando matices secundarios que no hacen al fondo de la cuestión? ¿Por qué no percibimos una diferencia realmente marcada entre, digamos, Scioli, Macri y Massa?

Según Scioli "Victoria es construir a partir de lo construido, como la ciencia, que avanza desde donde dejó el otro". [2] A lo cual Macri, después del casi-porrazo con Lousteau, aparece ahora con un "Cambiemos" pero ma non troppo y promete mejoras, pero no grandes cambios en YPF, Aerolíneas, la asignación universal por hijo y las jubilaciones [3]. A lo cual se suma Massa que arrancó con "El Cambio Justo" [4] y ahora viene improvisando variaciones sobre el mismo tema. Lo obvio es que todos quisieran transmitir la imagen del "cambio" pero se encuentran con graves problemas para definirlo, explicitarlo y encarnarlo en serio.

¿Cuáles son esos problemas? Son variados y de diferente índole. Buena parte de ellos son compromisos ya asumidos pero inconfesables. Recuérdese la famosa expresión de Carlos Saul Menem: "Si hubiera dicho lo que iba a hacer, no me votaba nadie." [5]


Pero en parte, también, el fenómeno se debe al debilitamiento de las ideologías y a la vaguedad de los tradicionales alineamientos de "izquierda", "centro" y "derecha" en el mundo postmoderno. Vaguedad que, a esta altura del partido, se ha convertido en un verdadero embrollo.

Porque sucede que lo que hoy se llama "derecha" no es ninguna derecha en absoluto y la auténtica derecha es justamente el lugar en donde todos estos candidatos no quieren estar. En parte porque por el momento no es electoralmente redituable y en parte porque, con la incultura plebeya que caracteriza a nuestros candidatos y a sus asesores, éstos ni siquiera sabrían como formularla.

Pero en esto, como en tantas otras cuestiones, creo que conviene dar un paso atrás, tanto como para ganar algo de perspectiva histórica.

Es sabido que los términos ésos de "izquierda", "centro" y "derecha" provienen originalmente de los Estados Generales franceses de 1789. En esa asamblea y desde la perspectiva de su presidente, el clero se sentaba a la derecha, la nobleza se ubicaba al centro y el pueblo llano ocupaba la izquierda. Esa segmentación ya no tiene prácticamente nada que ver con la realidad política de los países actuales pero sigue resultando cómoda como muleta de análisis. Y es cómoda porque en toda sociedad están los que insisten con la necesidad del cambio, están los que prefieren no tocar lo que existe, y están los que admiten que algunos cambios serían necesarios pero vacilan a la hora de decidirse e indefectiblemente, si las circunstancias los obligan, siempre apuestan por la gradualidad.

En teoría y en principio los primeros constituirían "la izquierda", los segundos a "la derecha" y los terceros al "centro". Eso, en teoría y en principio. Porque después, en cada país interviene Doña Realidad y, como Doña Realidad es bastante caprichosa y desprolija, las cosas se complican. Y mucho.

Así es como aparecen "derechas" que no son más que un liberalismo consolidado al cual realmente nunca entendí por qué llaman "neo"-liberalismo; como que tampoco jamás entendí qué cuernos tiene que ver eso con la derecha. Después tenemos "izquierdas" que luego del colapso soviético se han vuelto democráticamente trotskistas y gramscianas. Y tenemos "centros" con burguesías de retórica democrática y propuestas tibiamente reformistas en el mejor de los casos.

Pero el "centro" es, por alguna oscura y misteriosa razón, el lugar en el que, en rigor de verdad, todos quisieran estar. Por eso tenemos tanto "centro-izquierdas" construidas por burguesías melindrosamente populistas sostenidas por un relato gramsciano post-soviético y diluidas en nuestro caso en la ciénaga del post-peronismo montonero. Como que también tenemos centro-derechas construidas por las mismas burguesías tímidamente populistas pero sostenidas por los argumentos económicos del liberalismo consolidado.

El resultado, por supuesto, es un verdadero galimatías conceptual – y accidentalmente hasta ideológico – que nadie en realidad consigue comprender. Lo cual no es ningún milagro porque quienes impulsan y financian el sistema no tienen ningún interés en que se comprenda. Es que, siendo artificial e ilógico hasta la irracionalidad, no está construido para que se comprenda. Está armado para que impacte y arrastre emocionalmente.


La verdad es que no es nada malo para un organismo político que exista en él un ámbito, sector o espacio que proponga e impulse cambios. Más aun, hasta me animaría a sostener que sin ese sector el organismo político terminaría anquilosado y paralizado en relativamente muy poco tiempo. Pero, así como necesitamos promotores del cambio, también necesitamos ámbitos e instituciones dedicadas a analizar los cambios propuestos y, en caso de aceptarlos, asegurar que se inserten armónicamente en lo existente y no perjudiquen a la parte sólida de lo ya construido. Finalmente, también es necesario un elemento de control y coordinación de gestión, tanto como para decidir qué se hace primero, qué se hace después, qué se hace en forma simultánea y qué velocidad se le puede imprimir al proyecto sin poner en peligro la seguridad de todo lo que lo rodea.

Y lo que acabo de exponer en forma (muy) sucinta no es ninguna teoría. Así funcionó Occidente durante muchos siglos – con altibajos, por supuesto, y a veces con grandes altibajos – hasta las dos Grandes Guerras europeas del Siglo XX.  En la tradición occidental existe una enormemente rica cantera de experiencias que sirven de modelo para estudiar el funcionamiento y los resultados de este esquema. Pero me temo que justamente este estudio es el que ninguno de los candidatos a suceder a Cristina Kirchner ha hecho. Es más: me pregunto si en toda la política argentina existe alguien que tenga en claro cómo se maneja correctamente una estrategia del cambio que tenga en cuenta: A) las áreas que necesitan un impulso de cambios o mejoras; B) un correcto ensamble con lo preexistente a mantener y C) un adecuado control de implementación y gestión de lo nuevo.

Por lo que, mis estimados amigos, lo que tenemos para las próximas elecciones es un conjunto de personas que hablan tímidamente de cambios que no saben, no quieren o no se atreven a concretar. No saben, por lo arriba expuesto. No quieren porque se lo impiden sus propios prejuicios ideológicos. Y no se atreven porque algunos de los cambios necesarios no son electoralmente redituables. Al menos no en el corto y mediano plazo.


Nuestros candidatos hablan de cambio pero, como no saben qué cambio quieren, se limitan a discursear sobre los cambios que suponen que desea el electorado. Y peor todavía: aún si tuviesen alguna idea del cambio que quieren, no sabrían cómo hacer para programarlo e implementarlo. Y, en cuanto a los cambios que les exige el poder global, bueno… de eso no se habla. Y si alguien lo señala y pide explicaciones es porque es un conspiranoico. O algo peor. Pregúntenle a Alexis Tsipras.

Así que, más allá de los resultados electorales, lo máximo que podemos esperar después de Diciembre son algunos retoques cosméticos superficiales que quizás cambien en algo el día a día de nuestras vidas particulares pero no el destino de la Argentina como país.

Y, con mucha suerte, ése podría ser el mejor de los casos.

Porque, así como están las cosas y si las cosas siguen como están, lo más probable es que en 2016 nos encontremos casi exactamente igual que hoy. Y cuando algunos salgan a la calle enarbolando cacerolas batientes para reclamar el cambio, les dirán que vivimos en democracia.

Ya sería hora de ponerle límites a una democracia que antes de las elecciones se derrama en promesas y después de la elección no solo olvida olímpicamente lo que prometió sino que hasta pretende justificar lo injustificable. Como, por ejemplo, la gestión de una aerolínea que cancela de pronto más de 240 vuelos dejando de a pie a 15.000 pasajeros, [6] y todo porque su titular, en vez de dedicarse a su trabajo, juega a la política tratando de llegar a Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (intento en el que, dicho sea de paso, fracasa estrepitosamente) mientras subordina la muy sensible área de Operaciones de la empresa a la autoridad de un licenciado en economía agropecuaria y la Gerencia de Aeropuertos a un vendedor de zapatos. [7]

Muchachos, convénzanse: la democracia podrá dar para todo. Pero, a la larga, el pueblo no aguanta cualquier cosa.


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NOTAS
1)- http://www.lanacion.com.ar/1784053-calendario-electoral-completo-de-2015
2)- http://infocielo.com/nota/63256/completito_ahora_scioli_presento_sus_spots_radiales_bajo_el_lema_la_victoria_de_un_pais/
3)- http://www.lanacion.com.ar/1811860-mauricio-macri-prometio-que-ypf-y-aerolineas-seguiran-siendo-estatales
4)-  http://www.infobae.com/2015/05/06/1727103-sergio-massa-lanzo-su-ebook-el-cambio-justo
5)- http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-20801-2009-10-26.html
6)- http://www.lanacion.com.ar/1812892-gremialistas-aeronauticos-piden-sanciones-para-los-responsables-de-aerolineas-argentinas
7)- http://tn.com.ar/politica/zapateros-a-sus-zapatos-el-caos-por-los-vuelos-de-aerolineas_604703


miércoles, 15 de julio de 2015

TRAICIÓN (AL ESTILO GRIEGO)

La traición nunca prospera.
¿La razón de ello?
Es que cuando prospera
nadie se atreve a llamarlo traición
John Harington

Dicen en el barrio que el que avisa no traiciona. Con lo que traidor sería el que no avisa. Pero me queda una duda: ¿cómo calificaríamos al que avisa y después va y hace exactamente lo contrario de lo que avisó?

A veces la política se vuelve casi completamente incomprensible.

La cosa empezó cuando el señor Primer Ministro de Grecia, Alexis Tsipras, fue y habló con la gente del FMI, la Unión Europea y el Banco Central Europeo.

Aparentemente le dijeron de todo menos bonito porque Don Tsipras se enojó muchísimo. Ni bien volvió a sus pagos, puso su mejor cara de espartano inflexible y, atrincherado detrás de las Termópilas de un referéndum ad hoc, le pidió a sus conciudadanos que votaran en contra del apriete que esos siniestros personajes del capitalismo internacional salvaje querían aplicarle a su país.

Y los griegos fueron y votaron. En contra del apriete. En contra de las pretensiones de la UE, el FMI y el BCE. El pueblo griego no quiso nada de lo que se le quería imponer y el NO ganó por afano. Ahí fue que todos nos enteramos de que "NO" en griego se dice "OXI". Porque el domingo 5 de julio de 2015 más del 60% de los griegos dijeron "OXI" y no le hicieron pito catalán a Bruselas porque eran griegos, pero el triunfo los puso tan contentos que fue como si hubieran sido catalanes festejando el carnaval de Villanueva y Geltrú. Salieron a la calle, ocuparon las plazas, hicieron asados, tomaron hectolitros de ouzo, sacaron las bouzoukis del ropero y bailaron el equivalente actual de la danza de Zorba el Griego hasta altas horas de la madrugada.

Y el señor Primer Ministro de Grecia, Alexis Tsipras, participó de todo eso. Estuvo en todo, se regocijó con todos y hasta pronunció discursos en los que dijo estar contento, porque el momento era histórico, porque con esa demostración de poder democrático Grecia acababa de fortalecerse, y porque a partir de allí se abría para todos un futuro indudablemente promisorio y … y, bueno, etcétera.

Después de eso el señor Primer Ministro de Grecia se pegó una buena dormida – tanto como para despejar la mente de los efluvios del ouzo y permitir que se asiente la resaca de otras ingestas – se acicaló como corresponde a un Primer Ministro europeo y se subió al primer avión que partía de Atenas con destino a Bruselas.

La cuestión es que – negociación va, acuerdo viene – una semana después del histórico referéndum del OXI, el señor Primer Ministro de Grecia aceptó y firmó todo lo que el FMI, la UE y el BCE le pusieron bajo las narices. Con condiciones sustancialmente peores que las exigencias anteriores al histórico OXI. Y a pesar de que, un día antes del referéndum, ya había trascendido un análisis del FMI en el que se reconocía que la deuda pública griega era "insostenible"; vale decir: impagable.
Y eso es algo que el señor Primer Ministro de Grecia sabía perfectamente bien. Ni siquiera necesitaba el análisis del FMI para saberlo. Le bastaba con sacar la cuenta del almacenero. Pero, aún así, aceptó todo y firmó.

Después volvió a casa y desde entonces está tratando de hacerle creer a los griegos que es un estratega político de la gran flauta.

Lo que pasa es hay unos cuantos que no le terminan de creer. Su ministro de defensa, Panos Kammenos, ya le adelantó que se opone al acuerdo. Según Panagiotis Lafazanis, ministro de energía, lo que Tsipras firmó es inaceptable. El diputado Nikos Hountis, dimitió como protesta por el acuerdo. [1]

Pero el parlamento griego es por lo menos tan disciplinado como el nuestro. Hoy el paquete de ajuste terminó aprobado por 229 votos a favor, 6 abstenciones y solamente 64 votos en contra. [2] Demás está decir que las medidas aprobadas van exactamente en la dirección contraria a lo que el pueblo griego votó el 5 de julio.

A ver si nos entendemos.

Yo, que soy su representante, voy y le pregunto a Usted si está de acuerdo en que paguemos la deuda que tenemos con el carnicero. Usted viene y, apoyado por el 60% del barrio, me dice que OXI; ni en dope. El carnicero es un chanta y de cualquier manera la deuda ésa está tan manipulada que es impagable. Yo lo felicito a Usted por la decisión, le palmeo la espalda, y al día siguiente me reúno con el carnicero, le firmo todo, acepto la deuda y me comprometo en nombre de todos a pagarla.

¿Qué tal? ¿Saben cómo se llama eso?

En realidad se debería llamar traición.

Pero en el caso de las decisiones democráticas se aceptan eufemismos. Especialmente si se trata de Grecia. No olvidemos que, al fin y al cabo, los que inventaron la democracia fueron los griegos.

Nadie mejor que ellos para ilustrarnos como funciona en realidad.

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NOTAS:

[1] )- http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/07/150713_grecia
[2])- http://www.lanacion.com.ar/1810721-grecia-plan 



sábado, 11 de julio de 2015

LA GUERRA DE EE.UU. CONTRA EUROPA

Sí; es Europa, del Atlántico a los Urales;
es Europa, es la totalidad de Europa
lo que decidirá el destino del mundo.
Charles de Gaulle
23 de Noviembre 1959, Estrasburgo



El fárrago de noticias que genera un mundo en crisis – magnificado y muy fuertemente manipulado también por medios masivos que defienden intereses no siempre explicitados – hace que a veces se vuelva difícil entender qué es lo que está sucediendo en realidad. Dentro de este contexto, el escenario de la Unión Europea resulta particularmente complejo porque confluyen en él, o hacia él, varios procesos simultáneos que, para colmo, se hallan parcialmente interconectados en algunos casos.

Dos errores de concepto

De entrada y tanto como para poner un poco de orden en este escenario, el error que no hay que cometer es creer en la versión oficial de la Historia según la cual Europa sería una aliada de los EE.UU. No lo es. Durante las grandes guerras europeas los EE.UU. fueron aliados de algunos países europeos y, para colmo, principalmente de Inglaterra que es el menos europeo de todos los países europeos. Los norteamericanos jamás fueron aliados de Europa como continente. No lo fueron por una razón muy sencilla: para los EE.UU. Europa no es una aliada; es una competidora. Tal como lo señala Alain de Benoist: "Desde 1945 el objetivo de Estados Unidos es favorecer la Europa-mercado en detrimento de una Europa-potencia que pudiera convertirse en su rival." [1]

El otro error muy frecuentemente cometido es el de creer que los EE.UU. constituyen un Imperio. No es así. Por de pronto, una de las características fundamentales de un Imperio es su capacidad para dominar la diversidad y, si hay algo que los norteamericanos no saben hacer, eso es precisamente gobernar lo diverso. Por eso, no es solamente que pretenden reducirlo todo a un común denominador "democrático"; es que necesitan hacerlo porque carecen por completo de la habilidad de dirigir y gobernar culturas y civilizaciones diferentes.

En términos geopolíticos, los EE.UU. son una talasocracia sustentada en la tierra firme de su origen por una plutocracia. No son un Imperio por la misma razón por la cual los fenicios y los cartagineses tampoco lo fueron. Aun cuando "EE.UU. controla todos los océanos del mundo, cosa que ninguna potencia mundial había hecho antes, [...] no tiene la capacidad de ocupar Eurasia." Con esta posición, los norteamericanos no pueden darse el lujo de tener competidores por lo cual deben hacer todo lo que esté a su alcance para impedir que surjan.  Sobre todo, deben impedir que Europa Occidental establezca una asociación con Rusia, porque ello representaría "la unificación de la gran Potencia de la Tierra, es decir, del conjunto geopolítico eurasiático." Y, como EE.UU. no tiene ni la envergadura ni la capacidad como para ocupar Eurasia, no le queda más remedio que recurrir al viejo método anglosajón de dividir para reinar. [2]

La marea humana y el terrorismo

Esta necesidad explica el proceso de la deliberada desintegración de los Estados del norte de África y de Medio Oriente. Es un proceso que está basado, en parte sobre mentiras colosales como la de las armas de destrucción masiva de Saddan Hussein, y en parte sobre un concepto de "democratización" que resulta completamente ininteligible para las tribus a las cuales está destinado pero que – con el apoyo de armas y logística de por medio – le abre a estas tribus la posibilidad de desplazar del poder a las autoridades constituidas.

El resultado de las intervenciones directas en Iraq y de las sangrientas aventuras indirectas de la "primavera árabe" ha sido la anarquía y el caos. Los norteamericanos no han sabido, no se han interesado por, o deliberadamente han decidido no instaurar regímenes políticos sólidos en los espacios que disgregaron. Hoy las consecuencias equivalen al resultado de toda una guerra regional: millones de personas perciben que su vida corre peligro y que su futuro muy probablemente será incluso peor que su presente.

Con ello se ha puesto en marcha la prácticamente indetenible avalancha humana de quienes buscan escapar del horror. Un horror que ya inunda las redes sociales con las imágenes de las increíblemente crueles ejecuciones del Estado Islámico que, si bien pueden no ser completamente reales, es absolutamente obvio que sus pergeñadores tienen toda la intención del mundo de hacernos creer que lo son.

Gracias a Internet, el eco psicológico de ese horror, que no reconoce ni se detiene ante ninguna frontera, llega luego a todos los rincones del mundo civilizado. Así, mientras a algunas potenciales víctimas las paraliza el miedo, a otros – a los resentidos, a los relegados y a los insatisfechos – se les despierta el deseo de emulación con lo que luego tenemos decapitaciones y masacres en varios países. A veces hasta de una manera sospechosamente coordinada y simultánea.

Los datos demográficos

Pero en medio de toda esta macabra sinfonía de muertes y atentados, conviene dar un paso atrás, tomar algo de distancia y considerar un dato que no puede ser ignorado: Europa tiene tasas de crecimiento demográfico que se hallan muy por debajo de las tasas de sus vecinos de África del Norte.  Por ejemplo: la tasa de Italia es de 0.3; la de Francia de 0.45; Alemania es negativa: -0.18; España tiene una tasa de 0.81. Frente a esto, Marruecos crece a una tasa de 1.02; Argelia a una de 1.88; Libia a 3.08 y Egipto a 1.84. [3] En términos continentales, mientras que para el período 2010/2015 Europa tuvo una tasa media de crecimiento anual del 0.08%,  África, para el mismo lapso de tiempo, presentó una tasa de 2.46%. Para el quinquenio 2045-2050 se calcula una tasa negativa de -0.22 para Europa y una positiva de 1.74 para África. [4]

Más allá de los números y las estadísticas, el resultado es simple: mientras la población africana aumenta, la europea disminuye. Hay estudios que prevén que dentro de los próximos 70 años la población africana puede llegar a los 4.000 millones. El problema es que, si llega a esa cantidad, la mitad de esa población no tendrá suficiente comida ni agua potable. Por lo que esas personas, o bien morirán de hambre, o bien tendrán que irse. Con una Europa en regresión poblacional – que todavía puede tener relativamente buenos niveles socioeconómicos pero que atrapada en el dogma del multiculturalismo ya no sabe cómo defenderse – no es muy difícil predecir hacia donde se dirigirá esa marea humana. De seguir el proceso con sus actuales parámetros, la diferencia de potencial demográfico y la cruda necesidad de supervivencia de una población expuesta a riesgo tarde o temprano terminarán rompiendo todos los diques de contención que la Unión Europea tímidamente está tratando de implementar.

Aislamiento de Rusia y sometimiento de Europa

La inutilidad de esos diques se está haciendo aun mayor por los acontecimientos del Este europeo. Con su intervención y su fomento de la guerra civil ucraniana, los EE.UU. han conseguido aislar a Europa de Rusia e impedir con ello que Europa se integre a la masa geopolítica eurasiática. Es que la política exterior norteamericana insiste en tratar por todos los medios de aislar a Rusia. Como si la amenaza a Europa proviniese de Putin y no de las multitudes africanas y asiáticas lanzadas a la búsqueda – y eventualmente a la conquista – de territorios de residencia permanente.

Considerándolo en perspectiva, el debilitamiento y sometimiento de Europa es el resultado de cuatro operaciones, todas ellas directa o indirectamente fogoneadas, ya sea por los EE.UU. directamente, ya sea por la OTAN que funciona como la delegación militar norteamericana en Europa.

La primera de ellas fue la guerra contra Serbia que le permitió el acceso al Islam en Kosovo. La segunda fue la crisis bancaria y financiera norteamericana. La tercera fue la subversión de las sociedades tribales de África del Norte para provocar una enorme e incontrolable oleada de migraciones. La cuarta fue la creación de una barrera entre Europa y Rusia con el pretexto de la guerra civil ucraniana. Solo faltaría provocar algún hecho militar grave en algún lugar de Europa Oriental y los europeos se verían envueltos en una guerra que solamente a los EE.UU. les conviene. 

Sea como fuere, es bastante obvio que la estrategia norteamericana actual consiste en crear todo un cordón de "Estados-tapón" en el Este europeo, desde el Báltico hasta el Mar Negro, a fin de cortar en dos el espacio geopolítico eurasiático.


Avance de la OTAN sobre Europa Oriental. Estados-tapón para el aislamiento de Rusia.

Pero no solo eso, los norteamericanos también están activos en la desestabilización de Macedonia y Grecia para impedir que los rusos consigan construir un gasoducto que les permita llegar a Europa sin tener que pasar por Ucrania.


Rutas de gasoductos proyectados por Rusia


Más allá de sus inocultables defectos constitutivos internos, lo cierto es que la Unión Europea está en problemas y del otro lado del Atlántico su – en teoría – más importante aliado es, en realidad y paradojalmente, su peor enemigo.

Las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial todavía no se han superado.

Pero lo peor de todo es que muchas de sus causas también siguen vigentes

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NOTAS:
1)- Entrevista de Nicolas Gauthier a Alain de Benoist. Ver: https://paginatransversal.wordpress.com/2015/06/30/el-doble-juego-de-eeuu-y-occidente-en-europa-y-oriente-medio/ - Consultado el 06/07/2015
2)- Ibid. 

3)- Cf. http://www.indexmundi.com/g/r.aspx?t=0&v=24&l=es
4)- http://www.un.org/en/development/desa/population/publications/pdf/trends/Concise%20Report%20on%20the%20World%20Population%20Situation%202014/es.pdf




domingo, 5 de julio de 2015

CUANDO LAS NACIONES MUEREN

La descomposición de todo gobierno
comienza por la decadencia de los principios
sobre los cuales fue fundado.
Montesquieu

Los EE.UU. son la única nación que
milagrosamente ha conseguido ir
directamente de la barbarie a la decadencia
sin pasar por la etapa de la civilización.
Georges Clemenceau

El dinero piensa;  el dinero dirige:
tal es el estado de las culturas decadentes.
Oswald Spengler

Luego de que Spengler publicara su monumental La Decadencia de Occidente [1] muchos supieron – o al menos tuvieron motivos para intuir – que, en buena medida y en términos generales, el hombre estaba en lo cierto.

Precisamente por eso es probable que muy pocos se hayan resignado a admitirlo. No es para nada agradable ni halagüeño que la civilización a la cual uno mal que bien pertenece resulte calificada de "decadente", algo que, según el Diccionario de la Real Academia, significa: declinación, menoscabo, principio de debilidad o de ruina. [2] Es natural y predecible que uno se rebele ante semejante pronóstico.

Sin embargo, el devenir histórico parece no darle demasiada importancia a nuestras opiniones. Por el contrario, repasando los últimos 10.000 años de Historia conocida y analizándolos desde diferentes ópticas, uno se encuentra con toda una serie de raros ciclos. Desde la secuencia natural de surgimiento, declinación y caída empleada por Edward Gibbon, [3] pasando por la metáfora biológica de nacimiento, crecimiento, decadencia y muerte propuesta por Spengler, hasta los ciclos de 50/60 años de Nicolai Kondratiev [4] o la opinión del general John Glubb [5] según el cual, históricamente, un imperio dura 250 años y luego comienza a actuar la decadencia que rápidamente erosiona el auténtico tejido social de la sociedad, de algún modo siempre hemos tratado de explicarnos por qué las civilizaciones y culturas que construimos parecen venir – inevitablemente – con fecha de vencimiento.

En Junio de 1978, luego de salir de la Unión Soviética, Alexander Solyenitzin se dirigió a los miembros de la Universidad de Harvard. Analizando la posibilidad de proponer la sociedad norteamericana como modelo para transformar a la sociedad soviética lo que les dijo a los estudiantes de Harvard fue: " … si alguien me preguntara […] si yo propondría a Occidente, tal como es en la actualidad, como modelo para mi país, francamente respondería en forma negativa. No. No recomendaría vuestra sociedad como un ideal para la transformación de la nuestra." [6]

Demás está decir que con esta declaración Solyenitzin no se ganó demasiadas simpatías entre los intelectuales universitarios norteamericanos, pero quizás justo por eso vale la pena preguntarse por qué fue tan brutalmente franco al respecto. Y la respuesta es simple: porque – tal como lo confirman muchos de sus escritos y tal como lo expresó en numerosas entrevistas – estaba convencido de que Occidente se halla en una severa decadencia moral y espiritual.

Sin embargo, por importante que pueda ser la opinión de una persona intelectualmente íntegra como Solyenitzin, lo verdaderamente significativo del caso es que no está solo en esa convicción. Muchísimos otros han expresado lo mismo y continúan señalándolo al día de hoy. La lista es por demás extensa pero, tomado mayormente a los intelectuales provenientes de, o con influencia sobre, el ámbito norteamericano – que resultan interesantes de citar precisamente por su ubicación en unos EE.UU. que prácticamente todos consideran algo así como el núcleo central centrifugador de la decadencia – podríamos apuntar:
  • Harold O. J. Brown: The Sensate Culture: Western Civilization Between Chaos and Transformation.
  • James Burnham: The Suicide of the West
  • Jacques Ellul: The Betrayal of the West
  • Charles Colson/ Ellen Vaughn: Against the Night: Living in the New Dark Age
  • Os Guinness: The American Hour; The Dust of Death
  • Carl F. H. Henry: Twilight of a Great Civilization
  • John Lukacs: The End of the Twentieth Century and the End of the Modern Age
  • Francis Schaeffer: How Should We Then Live?
  • Herbert Schlossberg: Idols for Destruction
  • Pitirim Sorokin: The Crisis of Our Age
  • Jim Nelson Black: When Nations Die
  • Samuel Phillips Huntington: The Clash of Civilizations and the Remaking of the World Order
Todas estas obras, de un modo más o menos explícito, más o menos categórico, sustentan la tesis – o por lo menos la admiten – de que Occidente se halla en decadencia y con un futuro seriamente comprometido.

La pregunta que se impone, pues, es: ¿qué es lo que provoca la decadencia? ¿Cuáles son sus síntomas? ¿Cuáles sus causas?

Por supuesto que diferentes autores responden de un modo diferente a estas preguntas. Pero, aún así, las respuestas no difieren tanto como uno creería a primera vista. Más todavía: bien interpretadas resultan sorprendentemente similares.

Huntington, por ejemplo, además de factores económicos y demográficos, apunta los siguientes signos de declinación moral, suicidio cultural y desintegración política:
  • Aumento de conductas antisociales tales como criminalidad, drogadicción y violencia generalizada.
  • Desintegración de la familia, incluyendo: aumento de las tasas de divorcios, hijos ilegítimos, embarazos de mujeres menores de edad y familias con un solo progenitor presente.
  • Declinación del "capital social", es decir: merma de participación en asociaciones voluntarias y la confianza interpersonal asociada con dicha participación.
  • Debilitamiento general de la "ética del trabajo" y auge del culto a la indulgencia personal.
  • Compromiso decreciente con el aprendizaje y la actividad intelectual que termina manifestándose en menores niveles de logros pedagógicos y académicos. [7]

Por su parte, Jim Nelson Black en su libro When Nations Die (Cuando las Naciones Mueren) [8] – cuyo título me he tomado la libertad de pedir prestado para este artículo – presenta un decálogo de síntomas de decadencia que resulta interesante como herramienta de análisis:

  1. Aumento de la ilegalidad y la anomia: leyes que existen pero no se cumplen y tolerancia de actos antisociales no penados por la ley.
  2. Pérdida de la disciplina económica.
  3. Burocracia creciente; burocratización generalizada.
  4. Declinación en la educación.
  5. Debilitamiento de los fundamentos culturales.
  6. Pérdida del respeto por las tradiciones.
  7. Aumento de materialismo.
  8. Surgimiento de la inmoralidad.
  9. Decaimiento de la fe religiosa.
  10. Devaluación de la vida humana.

Por de pronto, para que una civilización entre en decadencia no es en absoluto necesario que aparezcan todos los diez síntomas a la vez. Black observa que, en algunas culturas, apenas tres o cuatro fueron suficientes para llevar a la sociedad al colapso. Por otra parte, lo ingenioso del decálogo reside en que los síntomas se pueden agrupar para ayudar a explicar tres grandes procesos:

A) Decadencia social: fomentada por los primeros 3 síntomas
B) Decadencia cultural: fomentada por los siguientes 4
C) Decadencia moral: fomentada por los últimos 3

Decadencia social

José Ortega y Gasset decía que "El orden no es una presión impuesta a la sociedad desde afuera, sino un equilibrio establecido desde adentro." [9] Toda vez que una sociedad se vuelve incapaz de garantizarse ese equilibrio interno, se expone al desgarro del tejido social por la acción de las fuerzas divergentes que no resultan controladas por la función de síntesis del órgano rector de la sociedad corporizado en un Estado que manifiesta sus decisiones políticas a través de leyes y normas explícitas.

Cuando hay leyes que sencillamente no se cumplen porque nadie quiere hacer el esfuerzo de hacerlas cumplir – o porque nadie quiere hacerse cargo de la antipatía que cosecharía haciéndolas cumplir – lo que se genera es un estado de anomia. La segunda fase de este estado es la “anarquía” caracterizada por la manifestación en el ámbito humano de la descomposición del orden natural. En este estado anárquico, el orden natural o bien desaparece por completo, o bien se mantiene por medios artificiales con lo cual lo que se obtiene es tan sólo un orden formal; es decir: la apariencia de cierto orden que encubre – con mayor o menor éxito – la anarquía subyacente. Por último y tal como lo demuestra la Historia de todas las civilizaciones anteriores a la nuestra, si este rumbo se mantiene, lo que ocurre al final es la decadencia irreversible que, a su vez, culmina en el caos de la descomposición final. [10]

Anomia, anarquía y caos son las tres etapas de la desintegración social. En su transcurso, lo que normalmente sucede es que, puesto que se pierde la disciplina de las acciones y las costumbres, correlativamente se pierde también la disciplina económica. El resultado es que, con distintos subterfugios y justificativos, se gasta mucho más de lo que se recauda, se producen cantidades de bienes y servicios perfectamente innecesarios, y para mantener la circulación económica se deben invertir cada vez mayores esfuerzos en controles, regulaciones y normas que – dado el estado general de anomia, anarquía o caos – obviamente nadie cumple. La economía descarrila hacia una insaciabilidad de lo superfluo y la hiper-burocratización del proceso productivo no consigue poner freno a la tendencia.

Decadencia cultural

Los tres primeros síntomas de la decadencia cultural representan una especie de reacción en cadena o bien, si se quiere, un "efecto dominó". Si la calidad y la intensidad de la educación declinan, inevitablemente se producirá un debilitamiento de los fundamentos culturales de la sociedad y, una vez que esto sucede, se pierde por completo el respeto por las tradiciones que definían y caracterizaban a dicha sociedad.

La educación (formal e informal) es central en este proceso porque sin educación no hay cultura ya que una cultura sustentada por la ignorancia es imposible. Por otra parte, como la transmisión de los fundamentos culturales de una generación a la siguiente se establece precisamente a través del proceso educativo, al fallar el proceso falla también la transmisión. Las nuevas generaciones se desarrollan ignorando – y hasta despreciando – los valores tradicionales con lo cual terminan perdiendo por completo su identidad cultural.

Ahora bien, el único refugio posible para una educación carente de tradiciones y valores culturales es el conocimiento científico formado preferentemente por las disciplinas "duras" o axiológicamente neutras. Por consiguiente, no es ninguna casualidad que el proceso desemboque finalmente en dos fenómenos paralelos: por un lado el endiosamiento de la ciencia como fuente supuestamente única y exclusiva de la Verdad y, por el otro lado, un materialismo metodológico que postula exclusivamente causas materiales (materia, energía y sus interacciones) para explicar el mundo natural.

El problema es que este mundo natural es mucho más complejo de lo que lo supone el materialismo metodológico. Por eso es que las explicaciones materialistas resultan, como señala William Dembski, "incompletas o bien, lo que es lo mismo, las causas materiales no pueden responder por todos los rasgos del mundo natural". [11]

Una educación de baja calidad, el debilitamiento del fundamento cultural, la pérdida de la tradición y el auge del materialismo generan la pérdida de la identidad cultural limitando al mismo tiempo severamente la visión que el ser humano involucrado tiene del mundo. Con ello queda definida una decadencia cultural muy difícilmente remontable.

Decadencia moral

La relación entre moral y religión siempre ha sido muy estrecha. Según el historiador William J. Durant: "No hay ningún ejemplo significativo en la historia, antes de nuestro tiempo, de que una sociedad haya mantenido exitosamente una vida moral sin la ayuda de la religión" [12] Y esto no es porque una moral laica sea algo imposible. Es porque, así como el materialismo metodológico está condenado a considerar solo un subconjunto de los rasgos del mundo natural, la moral estrictamente laica está condenada a permanecer dentro de los límites del utilitarismo práctico y, por ende, falla en todo lo que exceda ese marco.

Si es la pérdida de la fe religiosa la que arrastra consigo una decadencia moral, o si es la decadencia moral la que arrastra consigo la pérdida de la fe, eso es algo que entra dentro de la categoría de las cuestiones similares al problema de qué fue primero, si el huevo o la gallina. Desde el punto de vista objetivo e histórico lo único que podemos decir con certeza es que ambos fenómenos han sido prácticamente simultáneos en todas las civilizaciones analizadas.

Por último, el resultado del debilitamiento de la norma moral y de la fuerza ética que le brinda una religión repercute tarde o temprano en el valor que una cultura le adjudica a la vida humana. Si la moral pierde su dimensión ética trascendente y se limita a la inmanencia del utilitarismo práctico, la vida pierde también su condición trascendente y  queda sujeta al mismo criterio utilitarista. El concepto de lo sagrado sencillamente desaparece: no queda nada intocable, nada indiscutible. Todos los valores se pueden manipular, discutir, poner en duda, negar, desechar, menospreciar o menoscabar; especialmente si no se les encuentra alguna utilidad inmediata en términos de conveniencia o placer.

La decadencia actual

Cualquiera que siga con un mínimo de asiduidad los acontecimientos mundiales actuales y que tenga, al mismo tiempo, algún somero conocimiento de las épocas históricas de Occidente no puede dejar de establecer paralelismos entre la época actual y las peores épocas de la decadencia de Roma o de Grecia. Incluso fuera del ámbito de la civilización occidental, los fenómenos de decadencia de civilizaciones anteriores a la nuestra – como Egipto o Babilonia por ejemplo – resultan sorprendentemente similares a los que hoy pueden observarse.

Hay que tener cuidado con estas similitudes. La presencia de un fenómeno negativo en una civilización no necesariamente significa que, por causa de ese fenómeno, toda la civilización ya ha entrado en decadencia. Si bien algunas civilizaciones no muy sólidamente constituidas desaparecieron rápidamente ni bien surgieron unos pocos elementos decadentes, un imperio como el de Roma ciertamente no sucumbió por solamente un par de los síntomas de decadencia que apuntamos antes. De hecho, todos los que estudiaron a fondo la Historia de Roma concuerdan en que el ocaso se produjo por toda una serie de debilidades cuyos efectos "pueden ser evaluados de diferentes maneras, pero en combinación tienen que haber sido en gran medida responsables del colapso". [13] De modo y manera que, por de pronto, conviene retener un dato importante: estos procesos rara vez son "mono-causales"; por regla general deben intervenir varios factores, simultánea o secuencialmente, para provocar el derrumbe.

Otra cosa a considerar es que un Occidente en decadencia de seguro que no seguirá exactamente el mismo camino de otras civilizaciones que terminaron convertidas en restos arqueológicos. Cuando hablamos de "decadencia", de "colapso", de "extinción" de una civilización, muchas personas se imaginan destinos como el de Troya, Egipto o Babilonia. Es prácticamente imposible que algo similar le suceda a Occidente, por más catastrófico que sea su derrumbe. [14] La civilización occidental – que no su cultura – se halla demasiado diseminada por todo el planeta en virtud de su tecnología y sus rutas comerciales como para desaparecer sin dejar rastros, cubierta por las arenas de algún desierto.

Sin embargo, aun con todas estas advertencias, hay algo insoslayable: todas las civilizaciones anteriores a la nuestra han desaparecido y no poseemos ninguna garantía en absoluto para asegurar que la nuestra será eterna. Francis Fukuyama intentó elaborar algo en este sentido hacia finales del Siglo XX  [15] pero su argumentación ha demostrado ser extremadamente débil; por decir lo menos.

Por lo tanto, si estamos expuestos al riesgo del colapso decadente y si, además, conocemos razonablemente bien los síntomas que lo anuncian, lo único lógico y razonable que cabe hacer es actuar en forma decidida y enérgica sobre las causas reales de las cuales esos síntomas son un reflejo.

Vale la pena repetir los síntomas:
  1. Aumento de la ilegalidad y la anomia: leyes que existen pero no se cumplen y tolerancia de actos antisociales no penados por la ley.
  2. Pérdida de la disciplina económica.
  3. Burocracia creciente; burocratización generalizada.
  4. Declinación en la educación.
  5. Debilitamiento de los fundamentos culturales.
  6. Pérdida del respeto por las tradiciones.
  7. Aumento de materialismo.
  8. Surgimiento de la inmoralidad.
  9. Decaimiento de la fe religiosa.
  10. Devaluación de la vida humana.
Teniendo estos síntomas ante la vista, no es muy difícil formular las metas de un plan estratégico cuyo objetivo central sea el combate contra la decadencia, al menos en sus manifestaciones más obvias y evidentes. Lo que deberíamos hacer es:
  1. Simplificar la legislación vigente haciéndola más compacta y coherente. Garantizar su cumplimiento sin excepciones orientando la norma jurídica esencialmente a la defensa de la sociedad y descartando el permisivismo individualista que tolera y ampara actos antisociales.
  2. Reordenar la actividad económica fomentando la producción de bienes y servicios de la economía real, necesarios para una vida digna. Limitar los gastos innecesarios y mantener el nivel de gasto público acorde con las posibilidades reales brindadas por la producción concreta.
  3. Reducir el aparato burocrático del Estado. Simplificar las normas y procedimientos que lo rigen y hacer más eficiente el tratamiento de los datos que maneja. Eliminar todas las instancias burocráticas que no agregan ningún valor real a la ciudadanía. Instaurar la carrera de la función pública como profesión especializada.
  4. Aumentar el nivel de exigencia y calidad del sistema educativo. Simultáneamente, diversificar el sistema con capacitación de nivel básico y medio en artes y oficios de aplicación directa a la vida cotidiana. Colocar la responsabilidad por el nivel educativo en el cuerpo docente y evaluar al mismo en función de la medida en que logra producir resultados acordes con el nivel exigido.
  5. Rescatar, proteger y difundir los elementos culturales fundacionales de Occidente. Entre otros elementos, restaurar la plena vigencia de lo bueno, lo verdadero y lo bello según la tradición grecorromana y cristiana.
  6. Instaurar el respeto por las virtudes básicas tradicionales del honor, la verdad, la lealtad, la disciplina, la perseverancia, el trabajo, la libertad, la valentía y la solidaridad.  [16]
  7. Establecer los límites del materialismo metodológico y proponer/difundir criterios científicos y filosóficos válidos que permitan trascender dichos límites ampliando la capacidad explicativa de la filosofía y la ciencia.
  8. Los actos privados de los seres humanos, mientras no afecten a terceros y se desarrollen en la intimidad, no tienen por qué estar sujetos al ámbito regulado por las leyes. No obstante, hay que entender que es preciso actuar decididamente contra la manifestación pública de la inmoralidad y sus justificaciones intelectuales, especialmente en aquellos casos en que las actitudes inmorales resulten, abierta o solapadamente, propuestas como normas de conducta "naturales" o "normales" para el resto de la sociedad.
  9. Respetando las auténticas y sinceras manifestaciones religiosas, fomentar la vigencia de las cuatro virtudes cardinales de la prudencia, la justicia, la templanza y la fortaleza apoyadas sobre el basamento de las tres virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad.
  10. Declarar y aceptar que la vida humana es sagrada en todos sus estadios de desarrollo. Arbitrar los medios para protegerla mediante instituciones sólidas – como la familia tradicional correctamente constituida –  y desalentar/rechazar prácticas que la destruyen bajo diferentes pretextos.
Resulta por demás obvio que establecer un listado de metas es relativamente fácil; lo difícil es, por supuesto, generar las condiciones y adquirir el poder necesario para concretarlas a fin de rescatar a los Estados-Nación y a las naciones mismas del proceso de disolución en el que se hallan sumergidas.

Pero el hecho es que, si queremos evitar la decadencia, ésa es la tarea que nos espera.

Porque, de no hacer nada al respecto, lo único que cabrá hacer en Occidente es esperar la llegada de los nuevos bárbaros.

O ni siquiera eso.

Porque, a lo mejor, ya llegaron.

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NOTAS:
1)- 1er tomo 1918 / 2° tomo 1923  Cf. http://lanuevaeditorialvirtual.blogspot.com.ar/p/listado-de-obras-publicadas-autor.html

2)- http://lema.rae.es/drae/?val=decadencia

3)- Edward Gibbon (1737-1794) - Historiador británico. Se lo considera como el primer historiador moderno y uno de los historiadores más influyentes de todos los tiempos. Su obra principal, The History of the Decline and Fall of the Roman Empire (Historia de la decadencia y caída del Imperio romano), publicada entre 1776 y 1788, es un trabajo fundamental cuya influencia perdura hasta hoy.

4)- Nicolai Kondratiev (1892-1938) - Economista ruso. Elaboró la teoría en la que se basó la NEP (Nueva Política Económica) adoptada por Lenin y participó en la elaboración del primer Plan Quinquenal de la Unión Soviética. Se opuso a las colectivizaciones forzadas impuestas por Stalin por lo que fue arrestado, encarcelado y finalmente fusilado. 

5)- Sir John Bagot Glubb (1897 –1986), conocido como Glubb Pasha. Militar, intelectual y autor británico. Condujo y adiestró a la Legión Árabe Transjordana entre 1939 y 1956 como su Comandante General.

6)- Alexander Solyenitzin, Semblanza de Alexander Solyenitzin, pág. 51 Artículo: Un Mundo Escindido.
Cf. http://lanuevaeditorialvirtual.blogspot.com.ar/p/listado-de-obras-publicadas-autor.html -

7)- Huntington, Samuel P.:  The Clash of Civilizations,  The Clash of Civilizations and the Remaking of the World Order p. 304 - New York: Simon and Schuster, A Touchstone Book, 1996

8)- Black, Jim Nelson: When Nations Die - America on the brink. Ten warning signs of a culture in crisis. (Cuando las Naciones Mueren - Norteamérica al borde. Diez signos de advertencia de una cultura en crisis.)  Wheaton, IL: Tyndale, 1994.

9)- Ortega y Gasset, José: Mirabeau o el político, 1928/29

10)- Cf. Martos, Denes: Doce Buenos Años, 2011-52. Entre la anomia, la anarquía y el caos.
http://denesmartos.blogspot.com.ar/p/doce-buenos-anos.html

11)- Dembski, William A.:  No Free Lunch: Why Specified Complexity Cannot Be Purchased without Intelligence (Lanham, Md.: Rowman and Littlefield, 2002a). El énfasis es mío.

12)- Durant, William J.:  The Story of Civilization, New York: Simon & Schuster. (1935/1975)

13)- Dudley, Donald; The Civilization of Rome (New York: Meridian, 1993), p. 238.

14)- Excepción hecha, quizás y hasta cierto punto, de un desastre engendrado por una guerra nuclear.

15)- Fukuyama, Francis; El fin de la historia y el último hombre. Editorial Planeta. 1992.

16)- Cf. Martos, Denes; Las Nueve Nobles Virtudes, Cf. http://denesmartos.blogspot.com.ar/p/blog-page.html